martes, 22 de mayo de 2012

Hacia la eterna juventud


Estamos genéticamente programados para vivir un máximo de 120 años. Pero el biogerontólogo Aubrey de Grey desafía el límite: según él, podríamos cumplir 500 con salud.. De Grey está convencido de que existen siete retos científicos para alcanzar la vida cuasieterna. Siete tecnologías y terapias médicas aún por desarrollarse, incluyendo la cura contra el cáncer y la manipulación de las células a nivel molecular y genético. Pero dice, que tres de las soluciones ya están en fase de ensayos clínicos. Una es el trasplante de células madre –o stem cells– en zonas cerebrales que necesitan que se produzca la mermada dopamina, para combatir los síntomas del Parkinson. También se inyectan ya células madre con el fin de regenerar el músculo cardíaco. Y contra el endurecimiento de las arterias, es posible “diseñar medicinas que rompan esos enlaces químicos sin efectos secundarios”.
De todos los problemas, el más complicado de resolver atañe a las mutaciones en los cromosomas, las estructuras con forma de lazo en que se organiza el ADN. Dicho de otro modo, la curación del cáncer. “El cáncer puede matarnos si una célula sufre las mutaciones equivocadas. La técnica que estamos desarrollando en SENS para combatirlo se llama Whole-body Interdiction of Lengthening of Telomeres (WILT) –impedir el alargamiento de los telómeros–. La idea central de nuestra estrategia parte de que las células cancerosas poseen el don de la inmortalidad. Si pudiéramos arrebatárselo, sin importarnos las mutaciones que les confiere tal virtud, no moriríamos de cáncer. Y la forma de lograrlo es evitar que amplíen los telómeros”.

¿Pero qué son los telómeros? ¿Por qué son tan importantes para conservar la juventud? De Grey se enfrenta a un doble reto. Por un lado, debe evitar que las células malignas conserven intactos sus telómeros, y por el otro, ha de estimular su reparación en las células sanas de órganos y tejidos, como la sangre, la piel y el estómago. Estos y otros lugares albergan stem cells que proliferan para reponer las bajas que ocurren.

Lo más deseable sería que nuestras células contaran con telómeros kilométricos, que nos alargarían la vida y alejarían el fantasma de los achaques seniles, incluyendo los problemas cardiovasculares. Con esto quedaría resuelta una parte de la ecuación. Pero queda la otra: acortar los telómeros de las células cancerosas para que mueran antes de que constituyan un tumor. En el centro de este laberinto está la telomerasa, la enzima responsable de añadir letras a los telómeros erosionados.

Ángela Posada-Swafford
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