martes, 29 de mayo de 2012

La planta de la inmortalidad


Ésta hierba la ofrece el Sol a sus caballos para que puedan completar cada día su recorrido sin dejarse vencer por el cansancio.

La inmortalidad, o más a menudo la eterna juventud, reside en una planta que los dioses tienen buen cuidado de ocultar a los hombres mortales. Esta planta milagrosa se aproxima enormemente a la ambrosía, el alimento de los dioses por excelencia. Éstos sólo en ocasiones excepcionales, y siempre por voluntad de un dios, pueden acceder a ella, alterando así el orden establecido entre seres humanos y divinos.
La ambrosía no es un privilegio de los dioses, sino un elemento indispensable para su condición inmortal, que los diferencia de los humanos. Por ello la protegen cuidadosamente, intentando evitar que los mortales se apoderen de ella, introduciendo así alteraciones en el orden establecido. Por esta razón Zeus castiga a Tántalo, que ha entregado el néctar y la ambrosía a los Hombres. Por ello el mismo Zeus intenta evitar que los gigantes se apoderen del phármakon que los podría hacer inmortales y por tanto invencibles. Y para evitarlo el padre de los dioses cortó la droga, expresión que delata que esta droga es una planta.
El  phármakon que preserva la juventud, que Zeus concede voluntariamente en signo de agradecimiento. Se halla en un relato, que explica por qué los hombres no son inmortales y por qué las serpientes mudan la piel, transmitido por Eliano que acabó derivando en fábula, y que parece depender de forma bastante directa del relato del Poema de Gilgamesh.
Irritado Zeus por el robo del fuego por parte de Prometeo, entregó como premio a los que le denunciaron una droga contra la vejez). Ellos la pusieron sobre un asno y emprendieron el camino con él. Era tiempo de verano y el asno quiso beber en una fuente; pero la serpiente rechazaba al asno, no quería dejarle beber. Entonces hubo un acuerdo: el asno dio la droga a la serpiente a cambio de que le dejara beber. Así se hizo: el asno bebió y la serpiente mudó su piel, quedándose también con la sed del asno.

En general el proceso de adquisición de la inmortalidad por parte de mortales no suele completarse de forma satisfactoria. A menudo se trata de una inmortalidad imperfecta. Un ejemplo paradigmático es el de Titono, a quien Zeus, por petición de Eos, concedió la inmortalidad pero no la eterna juventud, lo que a largo plazo tuvo consecuencias terribles para el amante de la Aurora.
El caso de Glauco tiene puntos en común con el de Titono, pues algunas fuentes nos dicen expresamente que al comer la planta, Glauco adquirió la inmortalidad pero no dejó de envejecer. Sólo al llegar a la vejez extrema saltó al mar, pasando a convertirse en divinidad marina.


extraído de un artículo de Helena Rodríguez Somolinos, UNED Madrid

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